lunes, 11 de agosto de 2008

Basta de índices retoKados

Volvemos a subir. Ahora sobre el Indec. O Indek. Como quieran.
A la fecha, el Instituto Nacional de Estadística y Censos afirma que la inflación anual no supera los dos dígitos.
Por otro lado, amplios y distintos sectores, incluyendo ahora a los industriales, niegan a la credibilidad de esta institución, y, aunque no hay un acuerdo general, todos suponen una inflación de alrededor de un 25, un 30%.
Sin embargo, la mayoría de la población tiene conocimientos muy básicos en materia económica, o directamente no los tiene, y por lo tanto carece de un método técnico para medir la inflación. Pero tienen uno más sencillo: ir al supermercado. Les basta ver los precios para percibir una inflación creciente e importante.
Hasta acá todo parece demostrar que el Indec miente. Pero entonces, ¿qué sentido tiene disfrazar los números? Esto da a cuenta de un entramado político y de intereses que compromete la credibilidad de un gobierno y expone una forma de autoritaria de gobernar.
Para empezar, voy a citar las palabras de nuestra Presidente cuando un periodista le preguntó si habría cambios para emprolijar el Indec y si saldría del gobierno Guillermo Moreno: “Dios mío, por qué siempre satanizando por allí funcionarios. Yo creo que un Secretario de Comercio, el rol que ocupa en un gobierno, me parece que no define cambios per sé, en todo caso me parece un análisis un poco reduccionista o tal vez un análisis demasiado periodístico en términos de la Argentina en donde normalmente siempre se tiende a ubicar en tal o cual persona el causante de tal o cual problema. Me parece que lo importante de cada funcionario es ver si se desempeña honestamente, laboriosamente, eficazmente de acuerdo a las instrucciones que emanan de la Presidencia, que, en definitiva, es la última responsable de la conducta de todos y cada uno de los funcionarios y la que decide su permanencia o no.”.
Quedó claro, mentir es una política de gobierno.
El Indec, antes una institución creíble y respetable, comenzó a ser intervenido durante el gobierno de nuestro ex presidente y actual presidente en funciones (como bien sabe decir Nelson Castro) Nestor Kirchner, quien, a través de uno de sus funcionarios estrellas, Guillermo Moreno, modificaba los índices de acuerdo a un plan de gobierno presidencialista y unitario. Y por lo visto su esposa continúo con ese plan. Bueno, después de todo mantener la banda en la familia es una forma de reelección.
Pero, ¿por qué Nestor Kirchner decidió intervenir el Indec? En primer lugar, porque al ver asomarse la inflación, fantasma temido por todos los argentinos, resolvió eliminar todo expectativa modificando el índice, evitando aplicar medidas antiinflacionarias, generalmente antipopulares y pudiendo conservar así su imagen. Veámoslo con una analogía. Una madre nota que su hijo puede tener fiebre. Toma el termómetro y le mide la temperatura. 39°C. Pero en vez de medicarlo toma un termómetro adulterado y le vuelve a medir la temperatura. Ahora 37°C.
Me podrán decir que sentido tiene modificar el índice si todos nos damos cuenta igual. Pero al modificar el IPC, no solo cambia el valor de la inflación, sino que se disimula, también, otro parámetros. Por ejemplo la valorización de la canasta básica alimentaría, y que esta, a su vez, encubre las cifras de pobreza e indigencia. Otro. A menor inflación se supone un mayor poder de compra, lo que repercute sobre el consumo de la población, influyendo en el PBI y, por ende, mintiendo en el desarrollo del país. Otro más. Los sueldo aumentan de acuerdo a la inflación, o sea que si se considera una inflación menor de lo que es en realidad, los sueldos no estarán a la altura de las circunstancias y, en consecuencia, se deteriora el consumo. Como estos hay más, y tengamos en cuenta que es muy probable que no sea en lo único que mienten.
En segundo lugar, porque se pretendió reducir los costos de la deuda pública. A más inflación, más intereses. Un solo punto significa unos 572 millones de dólares más de deuda externa. El pícaro matrimonio K lleva ahorrándose unos cuantos millones desde que el instituto fue intervenido. Pero esto tiene sus efectos contraproducentes, los mercados de financiamiento voluntario se cerraron para la Argentina, cosa que afecta tanto al sector público como al privado, y se hace de la Argentina un país poco creíble, lo que nos afecta a todos.
Presentar la realidad distorsionada trae consigo otras graves consecuencias, sobre todo para la población.
Al no reconocer que el problema, no se aplican las medidas necesarias para normalizar la situación, y, como dijo un economista que vi en televisión, el modelo corre el riego de caer en unos años, y con él todos nosotros, desperdiciando estos últimos años de crecimiento.
Antes, cuando el Indec proporcionaba datos creíbles, se podían realizar contratos, negocios o planificaciones con seguridad, es decir, con la certeza de saber que es lo que podría llegar a pasar a futuro. Pero ahora, al no poder tener más en cuenta al Indec, nos tenemos que valer de nuestros propios índices, lo que genera un marco de incertidumbre que indudablemente afecta la economía, ya que se ha estado construyendo una Argentina insegura para los negocios.
Otra cosa a tener en cuenta. Cuando, por ejemplo, los industriales fijan el precio de sus productos tienen que tener en cuenta la inflación. Pero el Estado al no proporcionar un valor confiable, toman el valor que ellos consideran, agregándole un plus “por las dudas”. Se cae de maduro decir que esto provoca más inflación y más desgracias para el pueblo argentino.
Por lo que he leído, todavía estamos a tiempo de solucionar el problema. Hay muchas formas de frenar la inflación, pero todas coinciden en el primer paso: reconocer que hay.
Es lamentable, pero el Indec es un ejemplo de como la gestión K trata a las instituciones. Y son las instituciones las que fortalecen una nación, las que nos ayudan a edificar el futuro. No nos podemos dar el lujo de destruirlas.
La gestión K, con su forma presidencialista de ser, le ha robado la autonomía al Indec y a nosotros el derecho de tener datos confiables. Es triste como se han echado a empleados que pretendían reflejar la realidad y premiado a aquellos que, contra todo principio patrio, no se han negado a mentirle a los argentinos. Es nefasta la represión a los precios, pero sobre todo, es imperdonable una política de gobierno que no aspira al desarrollo y que conduce a todo una nación al desastre.